La batalla por controlar las venas de la economía

 



El flujo de dinero que mueve el comercio mundial es un premio demasiado grande como para dejarlo escapar. En 2020, incluso con el mundo funcionando a medio gas, el International Trade Centre (ITC) estima que se movieron mercancías por valor total de 17,27 billones de dólares. Para llegar a su destino, esas mercancías transcurren a través de metafóricas arterias y venas. Las arterias son los grandes cuellos de botella del comercio mundial, como puede ser el canal de Suez, el de Panamá o el estrecho de Malaca. Las venas serían esos capilares más finos llamados cadenas de suministro.


En 2021, tanto las arterias como las venas de la economía mundial sufrieron grandes problemas que dispararon el precio de los transportes marítimos, provocando con ello una espiral de alza de costes y retrasos en la llegada de productos. Ante el daño económico y la constatación de que el equilibrio mundial era más frágil de lo que parecía, se intensificó un viejo debate: el de la pertinencia de acercar la producción de nuevo a los mercados en los que se consumen los productos. Es decir, el debate sobre desglobalizar la globalización.


Jennifer Bisceglie, fundadora y consejera delegada de Interos, empresa de gestión de riesgos en la cadena de suministro y resiliencia operativa, analiza las implicaciones que ha tenido la globalización. “La globalización y la economía de la externalización han dado acceso a productos asequibles literalmente procedentes de cualquier parte. Han contribuido a romper las barreras de comunicación y han incentivado la estabilidad global a través de compartir intereses comunes. No obstante, este modelo basado en la inmediatez ha hecho que las cadenas de suministro sean frágiles. Es un entorno en el que una única disrupción puede causar un efecto dominó que desemboque en un caos a gran escala; también ha aumentado la disparidad económica y, en el caso de algunos países, su dependencia del exterior”.


Retóricas proteccionistas han atacado históricamente a la globalización acusándola de llevarse empleos. Ahora, tras las disrupciones de 2021, se les suman aquellos preocupados por la seguridad de la cadena de suministros y, en un mundo cada vez más concienciado sobre la ecología, los que la critican por ser un modelo contaminante. Pablo Gil, estratega jefe de XTB, describe la nueva situación: “Desde principios de 2020 hemos podido detectar cómo se extiende una corriente antiglobalización en forma de deseo de potenciar la producción lo más cerca posible de nuestras fronteras para reducir al máximo el riesgo de falta de materiales que puedan paralizar la actividad económica en momentos de crisis, así como minimizar, dentro de lo posible, los problemas de logística en la distribución internacional. A esto se añaden las presiones medioambientales derivadas de la contaminación que supone el envío de bienes por todo el mundo”. Pero no todos están a favor de deshacer la globalización.

Fuente: https://cincodias.elpais.com/cincodias/2021/12/03/economia/1638534226_672090.html

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